jueves, 26 de enero de 2012

La carta de Gardel - novela - (fragmento)



Julio había llegado al pueblo, otra vez daba clases de tango y milonga en aquél salón. Pronto se abriría otra milonga y su clientela de hombres y mujeres había aumentado. El bar con el enorme salón donde
Julio daba clases ahora también ofrecía cocina milonguera. Al menos eso anunciaba. Esta vez había venido en la Harley-davidson, desde un pueblo cercano donde había conseguido también un lugar, un club social para dar sus clases de milonga y tango. El tango salón se iba imponiendo y Julio aumentaba
sus ingresos.
El motor de la Harley-davidson se detuvo y la señorita Ana atravesó la cocina, cruzó el living comedor, y acercó su ojo a la mirilla. Vio entonces a Julio, con el casco todavía en la cabeza, y abrió la puerta.

- Adelante, Julio ...

- ¿Cómo estás? - saludó

- Yo muy bien, arreglando un poco el jardín, está lleno de hormigas.

- Me imagino que eso no será un problema

- Un problema no. Es un dolor de cabeza para mí, se están comiendo todas las plantas. ¿Querés tomar algo? Iba a preparar el mate ahora.

- Sí, con una cascarita de naranja.

La señorita Ana y Julio fueron hasta la cocina. Julio se había quitado el casco y  ahora se revolvía el pelo con las manos y bostezaba.
Mientras la señorita Ana ponía unas cucharadas de yerba en el mate, Julio se dedicaba a mirar los azulejos brillantes de la cocina. Ese era uno de los orgullos más grandes de la dueña de casa.

- ¿Y vas a dar clases a la noche? - dijo la señorita Ana mientras le ofrecía un mate a Julio

- Sí, hoy empiezo con avanzados.

La señorita Ana miró a Julio a los ojos y advirtió un brillo de curiosidad en ellos.

- ¿Ya lo sabés?

- ¿Qué cosa?

- Esa mujer, Mary, está por aquí de vuelta. La señorita Ana dijo estas palabras y Julio advirtió que el semblante pacífico y alegre con que lo había recibido antes había cambiado, parecía crispada.

- Sí - dijo Julio.

- Parece que no aguantó el nuevo trabajo - afirmó la señorita Ana mientras se disponía
a tomar un mate. Y al decir esto se le dibujó una sonrisa maliciosa.

- Y a lo mejor fue otra cosa lo que no aguantó - contestó Julio con tono serio.

- Julio, a vos te preocupa esa mujer.

- Puede ser, respondió Julio con una sonrisa enigmática.

(c) Araceli Otamendi - todos los derechos reservados

imagen: Café de los Angelitos, vista desde la calle (c) Araceli Otamendi

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