jueves, 17 de septiembre de 2015

La carta de Gardel - novela (fragmento)



 

¡Qué bien se podía estar en el spa! cerca de la piscina con aguas termales, rodeada de personas que acudían a ese lugar en busca de relax y quién sabe qué otra cosa. Hasta ahí me había llevado la investigación encargada por Isidro, mi amigo. La mujer o mejor dicho futura exmujer, estaba ahí, a metros de donde yo estaba, sentada cerca del agua, con anteojos oscuros -como los míos- , una salida de baño color violeta con flores estampadas en azul, amarillo y rojo. Se había pintado los labios del mismo color rojo de las flores de su vestimenta y parecía a punto de lanzarse al agua. Había algunas otras mujeres solas, de unos cuarenta, cincuenta o más años, también sentadas cerca de la piscina y algunos hombres también. ¿Qué hacían todos ahí, en ese lugar? El folleto de bienvenida del hotel y spa hablaba de pasar unos días de descanso y relax.

Había que recuperarse del estrés que se originaba en la ciudad y estar cerca de la naturaleza, pero no alejado del todo de la diversión. A la noche se podía acceder al casino situado solo a unos cien metros del lugar. También ubicado en un hotel. ¿Qué harían ahí esos hombres que deambulaban por el parque donde estaba la piscina?

A Isidro se lo comentaría después, ¿para qué inquietarlo? En una ciudad de provincia encontrar un lugar así era algo parecido a encontrar un paraíso.

Macarena, la mujer de Isidro, se había alojado ahí desde hacía unos tres días, según había podido averiguar. A cambio de semejante aburrimiento, pasar unos días en el spa, para investigar a su mujer, Isidro me había pagado honorarios por adelantado. En el bolso mediano, semejante a una caja, que había comprado en una farmacia, estaba el revólver. Después de todo, en un lugar así, uno no sabía con quién podía encontrarse. Por el pasto, se acercaba a la piscina una lagartija. El calor se tornaba insoportable, el verano estaba próximo.
Además de la lagartija, alguien más también se acercaba a la mujer de Isidro.
Trataba de disimular, si ella me había reconocido o no, por ahora no lo sabía.

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

 

jueves, 10 de septiembre de 2015

La carta de Gardel - novela (fragmento)



 

Ningún calificativo le iba también a Isidro como el de cómodo. Sería por eso que se había casado tantas veces. Porque estar en pareja le sentaba bien, se aseguraba varias cosas: la casa ordenada, las cuentas administradas, la ropa limpia y seca, las reuniones con amigos organizadas, las salidas. A cambio, tenía que pagar casi todas las cuentas de su mujer y de la casa. Un matrimonio de otra época. Y ahora venía con el problema a mi oficina. Una vez más. ¿Qué podía decirle? Hiciste mal de casarte con ella, no era para vos, te equivocaste. No tenía sentido, era mi amigo. Por lealtad pensé en decírselo, como le había dicho muchas cosas cuando me consultaba. Estaba por llegar a mi oficina y yo tenía la cabeza en otras cosas.

Golpearon la puerta y abrí pensando que era él. Pero no, era el encargado del edificio con una carta. Miré el remitente, no sabía quién era. La dejé para abrir más tarde. A los cinco minutos llegó Isidro. Lo hice pasar y sentar en un sillón de cuero desvencijado. Casi enseguida me contó que quería divorciarse, pero antes saber por qué se sentía tan mal. Pensaba que lo estaban envenenando, dijo.

- ¿Por qué se te ocurre eso?

- Tengo algunas molestias raras, dolores de cabeza, a veces de estómago - dijo

- ¿Te hiciste ver por un médico?

- Sí, fui al que voy siempre.

- Y ¿qué te dijo?

- Me pidió que me hiciera algunos estudios.

- ¿Te los hiciste?

- Todavía no. Quería hablar con vos antes, por si me pasa algo...

Me llamó la atención que Isidro me planteara este tema, nunca lo había hecho con sus separaciones anteriores. Tal vez fuera en serio y alguien lo estuviera envenenando. Decidí cobrarle honorarios.

- Voy a tener que cobrarte, no puedo investigar gratis.

- ¿Cuánto me cobrarías?

- Voy a tener que viajar varias veces al pueblo. No puedo alojarme siempre en tu hotel. Voy a tener que pasar desapercibida, hacer algunas averiguaciones...


(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados