sábado, 17 de noviembre de 2012

La carta de Gardel - novela - (fragmento)



- Volviste...

- Sí, volví...podría no haber vuelto...

- Una respuesta rebuscada...

-¿Qué sabés de mi?

- No sé,  intuyo...

- Sabés tan poco de mi como yo de vos...

- A lo mejor...

- Hablás como un personaje de novela.


La escena tenía un aspecto teatral. Mi hermana era como no la esperaba: rubia, elegante, una mujer cuidada. Se había vestido como una mujer más joven, tenía un aspecto deportivo, un aire "casual" que yo nunca había podido adoptar.

- Tal vez...- dijo

- De novela policial, un personaje que no dice mucho, que no quiere hablar...

- A lo mejor no quiero hablar...

- Estás hablando...

- Si, hablo con vos...

-¿Por qué volviste?

- Algún día tenía que volver...

- Sabía algunas cosas de vos, por una amiga tuya...- arriesgué

- Es muy raro lo que me estás diciendo, que yo sepa nadie sabe de mí...generalmente me gusta estar sola...

Estábamos en un bar, el encuentro había sido planeado así, un lugar neutral. En el pueblo de la señorita Ana. Mi hermana parecía un personaje de novela policial, tal vez inventada, tal vez no, era raro tener una hermana a la que casi no había visto nunca. Éramos dos extrañas y se lo dije así.

 - Tal vez tenés razón, somos dos extrañas, tenía que volver alguna vez, elegí venir a buscarte. Si hubieras estado en Buenos Aires, a lo mejor nos hubiéramos encontrado ahí, en otro bar, en el hotel donde estoy...

- ¿Podés contarme algo de tu vida?

- Sí, en otro momento. Ahora no. Ahora quisiera que me cuentes algo vos.

Le conté entonces el caso de la carta de Gardel. Un enigma todavía sin resolver. Hasta dudaba a veces de la carta, que hubiera existido alguna vez, a pesar de todos los detalles que me había contado la señorita Ana. Adela, la dueña de la carta, esa mujer tan provinciana y sin embargo, con tantas ilusiones, con esa necesidad de tener otra vida, la había empujado a instalarse en Buenos Aires, en busca de un destino distinto, atraida por la fama, por la grandeza, por las posibilidades  de la  ciudad.  La destinataria, a la que Gardel le había escrito, la había guardado tanto tiempo. Valìa la pena seguir buscándola...

- ¿Y si yo supiera algo de la carta de Gardel ? ¿qué dirías?

- Te escucharía, muy atenta. Ahora, decime ¿vos estuviste en Francia?

- Estuve en tantas partes, viajé tanto. Mirá lo que me venís a preguntar..

- ¿Qué me podés decir vos acerca de Gardel y de la carta?

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados







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lunes, 12 de noviembre de 2012

La carta de Gardel - novela (fragmento)





"Menos averigua Dios y perdona los pecados" pensaba. Tenía ganas de decirle eso y mucho más ¿qué se creía? Me la estaba haciendo difícil...volver después de tantos años sin vernos, sin hablarnos, apenas un par de cartas. Y ahora la iba a ver, sí, tanto tiempo...
Ella se fue de casa ... no sé por qué le estoy diciendo todo esto. Pero la señorita Ana piensa que  sí, que es importante que se lo diga. Ella quiere saber, porque además de ser mi clienta, la señorita Ana se preocupa por los asuntos de familia. Seguramente porque no tiene otra cosa que hacer.
Entonces le seguía contando. Ella se fue de casa, yo era una adolescente y ella se fue, no sé adónde, porque cuando ella se fue no se habló más del tema en casa. Ahí no tuve más hermana, y ella no quiso volver más. ¿Raro, no? ¿por qué? Mucha gente se va de la casa y no vuelve más. Ella dijo que se le hacía difícil vivir con nosotros, que quería vivir su vida. Siempre había sido así. Mamá contaba que un día salió de la escuela sola, se fue a la calle, tenía seis años. Cuando eso se supo, a partir de ahí, la escuela cerró la puerta con llave. Dijo que no tenía miedo, que ella podía con su vida. Y ahora vuelve. Seguramente vuelve porque se cansó de vivir afuera, se cansó de dar vueltas, se cansó...Pero ahora quiere saber de mi vida, y yo ¿qué le voy a decir? ¿qué le voy a contar? ¿le hablaría de mis casos? ¿de mis investigaciones? Es una parte del pasado que vuelve. Y eso puede ser un espejo, puede ser algo que no quiero ver, que no deseo ver. Y ella vuelve, dijo que llega en dos días. Dos días, se me están haciendo eternos...
Por un lado me asusta un poco su carta. Dice que sufrió traiciones. Y que está cansada. ¿Qué puedo decirle? ¿a quién no lo traicionó un amigo, un novio, un amante? Si sabré yo, con todos los casos que tomé para investigar, para hacer seguimientos. Tendría que mostrarle mi archivo. Ahí se daría cuenta que no es la única. Y que está sola, dijo. ¿Y qué le puedo oponer a eso? Vamos a comer por ahí, te acompaño a recorrer algunos lugares de la ciudad. Sin embargo tengo el presentimiento de que vuelve por otro motivo.

(c)Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados


viernes, 2 de noviembre de 2012

La carta de Gardel - novela - (fragmento)



¿Nunca le hablé de Violeta? dijo Mary, era una amiga que tenía en Buenos Aires. La conocí en la empresa, trabajaba en la oficina de al lado. Comí varias veces con ella, cuando todavía iba al comedor. Después no fui más, comía afuera o pedía que me trajeran algún sandwich. Violeta me dijo que salía con un hombre, casi no recuerdo el nombre, no sé si era Alberto o Luis. Ahora poco importa. Me fue contando detalles de su relación. Tomábamos café cuando Guillermo o Alejandro, los que eran mis jefes se iban y yo tenía algunos minutos para charlar. Sabía que Violeta estaba sola y presentí que muchas cualidades de su novio eran inventadas, porque ¿a quien no le gusta tener una pareja ideal, que reúna toda lo que soñamos? Violeta me lo pintó como un cuadro. Y me dijo que me lo iba a presentar. Por no llevarle la contra le dije que sí, que algún día me lo presentara. Pero mi obsesión con el trabajo, primero con Guillermo y después con Alejandro, me dejaba poco tiempo para prestar atención a la vida de los demás. Además, estaba el tango, la milonga, y en Buenos Aires, ya se sabe, hay muchos lugares donde ir a bailar.
Habrán sido cuatro o cinco veces, tal vez más. Violeta me llamaba los viernes a la tarde o los sábados, decía que teníamos que salir a escuchar música, a buenos lugares, y de paso me presentaría a Alberto o a Luis, porque ya no recuerdo el nombre. ¿Por qué será que nos olvidamos de los nombres de las personas que no queremos recordar? A mí me pasa eso, las borro, de mi memoria, como si fuera un disco rígido, elimino archivos. Y fue así que varias veces me encontré con Violeta en algún restaurant, en algún café, en alguna milonga, ella decía: "Después viene Alberto (o Luis), se le habrá hecho tarde". Y una noche me di cuenta que Alberto (o Luis) existía solamente en la mente de Violeta. Era un puro invento. Y sentí que no podía seguir la amistad con Violeta, porque si le seguía el tren, seríamos dos las del invento. Entonces puse pretextos en el trabajo, cuando ella me llamaba y me decía: "- Tu jefe, salió, ¿estás sola? ¿querés tomar un café?" Y yo le decía" - No, no gracias, estoy con mucho trabajo". No sé qué fue de la vida de Violeta, por qué tuvo necesidad de inventar a ese hombre, Alberto, o Luis, sé que estaba muy sola en la gran ciudad. Como tantos....Y ese día que me di cuenta que Violeta había inventado ese amor, tomé conciencia mientras esperaba en la gran ciudad un colectivo, un ómnibus que me llevaría a no sé donde. Una mujer, no sé la edad, se había desnudado,sentada en un umbral de un  lujoso edificio, sólo tenía una calza como toda ropa, el pelo rapado, como si hubiera escapado de un lugar funesto, de una reclusión forzosa, tenía una botella de coca-cola en la mano y el torso descubierto, no podría decir la edad. Y la ví, ví como podía terminar alguien después de estar encerrado, durante mucho tiempo, o tal vez, abandonado, solo, porque esa mujer, era como si hubiera visto a Violeta, Violeta con sus fantasías y sus delirios, cada vez más grandes. Y me dio miedo, me dio mucho miedo  la locura de Violeta, la soledad, la cantidad de inventos que me había contado y lo cerca que la tenia a Violeta en el trabajo.

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados