jueves, 24 de noviembre de 2011

La carta de Gardel - novela - (fragmento)


   En el Café de los Angelitos, a la mañana se estaba bien. Me senté  en una de las mesas cerca de la ventana, pedí un café. Tomé mi libreta de apuntes y me puse a escribir algunos detalles. La entrevista con Nelly la contadora del laboratorio donde trabaja Mary había sido un par de días atrás. Por momentos, lamenté que el nuevo caso que tenía entre manos me distrajera  un poco del caso de la carta de Gardel. Aunque después de todo, las dos investigaciones que me habían encomendado  tenían en común habitantes del mismo pueblo. Cada vez que viajara hasta ahí, podría seguir buscando nuevas pistas.


   Esa noche, llegué al pueblo varias  horas más tarde de lo previsto. El camino estaba atestado de autos, de camiones, y el ómnibus en el que viajaba había tenido que cambiar las gomas en dos oportunidades.
El detalle de la pareja que baila en el vitraux de arriba hace que me detenga en esa imagen durante unos segundos. Sin embargo no puedo dejar de pensar en la entrevista con la señora Nelly, esa mujer que parece incansable.
Eran las diez de la noche cuando llamé a la empresa desde el hotel, recién había llegado. Pedí hablar con la señora Nelly y ella misma respondió:

- Soy yo, la estaba esperando.

- Sufrí un retraso en el viaje  de varias horas - me disculpé.

- No tiene importancia, puede venir ahora, la espero.


   No tuve tiempo de decir nada más porque ella ya había colgado el teléfono. Me intrigaba lo que me iba a decir, el caso que me propondría y caminé desde el hotel por la calle principal y luego por una calle angosta hasta llegar al laboratorio de especialidades veterinarias. Las vidrieras de los negocios estaban iluminadas y en los bares y restaurantes se notaba el inicio del fin de semana.
   Desde afuera se veían las luces encendidas. El laboratorio estaba en  un edificio antiguo, reciclado. Toqué el timbre, sonó una chicharra y empujé la puerta.
  ¿Sería ella misma, Nelly quien la había abierto ?
   En la recepción había un escritorio, una computadora, varios teléfonos y una agenda. Todo estaba ordenado y supuse que ese era el escritorio de Mary.

    Enseguida apareció la silueta de una mujer vestida con pollera, una camisa y un saco de tipo sastre puesto sobre los hombros y ella  extendió la mano:


- ¿Cómo está? - Soy Nelly.


    La presencia de esa mujer era algo intimidante. Me miraba fijo, como si estuviera estudiándome y le comenté nuevamente el motivo de mi tardanza.

- Adelante - indicó el camino hasta su oficina.

    Ya sentada frente a ella, al otro lado del escritorio, Nelly estuvo hablando durante más de media hora
del motivo por el cual me había citado.

- Algo se pudre en Dinamarca - dijo.

- ¿Usted quiere saber los motivos?

- No, soy yo la que se los va a decir. Hay intrigas en la empresa, rumores. También sabemos que hay alguien que difunde afuera cosas que no deberían saberse afuera.  Y hay una empleada que es la que inicia y desparrama todo.  Además esconde las cosas, los proyectos, muchos papeles no aparecen.

- ¿Se sabe quién es?

- Sí
- ¿Entonces cuál sería mi trabajo?

- Necesito que pase unos días en la empresa, con algún pretexto, tal vez algún trabajo administrativo temporario, eso no es difícil. Necesito que usted estudie cómo se inician los rumores, cómo se desparraman, cómo se tejen las intrigas. Qué es en realidad lo que está pasando. El aire de la empresa se ha vuelto irrespirable, no sé si me explico.

- ¿Me está pidiendo que haga una especie de espionaje?

- No, no es eso. Sabemos quién inicia todo, queremos solucionarlo.

- Tenía entendido que había un desfalco en la empresa.

- Eso no podemos solucionarlo por ahora. Pero no es el tema por el que le quiero encargar la investigación.

- ¿Y por qué pensó en mi para este caso?

- Mary me contó algo de su trabajo. Y pensé que tal vez le interesara lo que le estoy proponiendo.

Nelly abrió entonces uno de los cajones del escritorio y sacó un fajo de billetes y lo arrojó sobre el mueble.

- Son cincuenta mil, he pensado en que puede ser una buena suma, para empezar, para los gastos que tendrá.

- Hábleme de esa persona que teje intrigas.

- Es una mujer, empleada del laboratorio, parecería que durmiera enroscada. Desde hace un tiempo la vemos llegar ojerosa, como si no durmiera bien. Tiene la tez casi de color verde, como si la envidia hacia sus compañeros, hacia sus jefes, hacia mí, le hubiera teñido la piel. La he llamado varias veces al escritorio a conversar, pero no suelta palabra.

   Tomé el fajo de billetes y lo guardé en uno de los bolsillos de mi campera. Afuera, las hojas de los árboles se movían y se escuchaban pasos, como si alguien estuviera caminando en la planta alta.

Nelly me miró y dijo:

- Es la hora en que limpian la empresa.


- Está bien, aceptaré el caso. Necesito que me diga algo más de esa mujer, y también de los otros empleados.

Cuáles son los temas que circulan dentro de la empresa. Qué otros problemas hay.



- Mañana nos vemos, entonces. ¿Puede estar aquí a las ocho?

- Preferiría que nos encontráramos en otro lugar.

- Muy bien, mañana a las ocho entonces, en el bar, frente a su hotel.


(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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