miércoles, 5 de febrero de 2014

La carta de Gardel- novela - (fragmento)



Las fuerzas se habían desatado, era evidente, como si algún conjuro las hubiera atraído. Cosas buenas y malas ocurrían sin cesar. LLegué al hotel, Isidro, el dueño, me esperaba en la puerta y me sorprendió. Estaba en jeans y en mangas de camisa, la camisa era a cuadros, rojos, blancos y negros.

- Te estaba esperando - dijo.
- ¿Tan temprano?
- Sí, antes de que entres tengo que contarte algo.
Dejé el bolso en el suelo y lo escuché. Algunos pájaros cantaban como si fuera plena mañana.
- Me divorcié y me casé con Nora - aclaró.
- Nora ¿la que tiene la chacra y el negocio de cosas de cuero?
- Sí, ella enviudó y bueno...
- Quería que lo supieras antes de verla en el hotel, que no te tomara de sorpresa.
- No, para nada, no te preocupes.

Era cierto, no me asombraba que Isidro  tuviera una nueva mujer cada tanto. Le gustaba cambiar de mujer como de empapelado y de alfombra en las habitaciones del hotel. Pero no iba a opinar, era su vida y no la mía.
Entramos a la recepción y enseguida me dio una llave, la número 14.
- ¿Catorce?
- Sí, es la que usa mamá cuando viene al hotel.
- Entonces dame otra habitación, no quiero ocupar el cuarto de Elena.

Isidro se rió. Era simpático y conquistaba a las mujeres con la conversación. Ya le conocía varios matrimonios fallidos y cuando iba al pueblo saludaba a las ex-mujeres de él como si fuéramos viejas amigas.
Todas habían estado ahí en ese hotel. Todas habían salido de ahí cuando Isidro cambiaba de mujer. Rechacé de plano alojarme en la habitación de doña Elena, aunque ella no estuviera ahí. Le pedí un cuarto más chico o más grande, si fuera posible que diera a la calle.
Isidro me conocía y yo lo conocía a él desde hacía muchos años. Eramos más que amigos, éramos confidentes. Le entregué la carta que escribí para Claudio en un sobre cerrado. Isidro me miró, no dijo nada y la guardó.

- Voy a subir, quiero salir después a caminar. Tengo un caso que no puedo resolver, se alarga, quisiera que terminara rápido y así poder dedicarme a otros que también están pendientes.

- Hay alguien aquí  en el hotel que tal vez te pueda ayudar.
- ¿Sí? ¿quién es?
- Se llama Valentín, es un mago.
- ¿Hace magia?
- Te lo presento hoy mismo.

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