domingo, 14 de abril de 2013

Alicia Silva Rey - La fuga

Alicia Silva Rey 



La Fuga

1

Para que lo recuerdes: durante muchas tardes vigilé ese caballo,
lo movían con esfuerzo, aguas abajo, cerca
de ese festón verde de cactus.
Se aferraban a él,  todo no sucedió  enseguida. 
Primero venían los colores, el tierra siena de la tosquera; 
después el  cuenco chato del  arroyo todavía manso,
que pronto  desbordaría, con  cuatro hombres,
uno casi invisible,
y las herraduras cruzadas  del  caballo, muerto.
Entonces pregunté.  Ninguno, nadie  me respondió.
Las crines eran blancas y los pájaros, altos y delicados,
unas zancudas de la tosquera,
sobrevolaban, a la caída del sol,
el cuerpo de un caballo. 


2

El borde, la orilla del arroyo, un pedregal de  agua.
Me acomodo la ropa revuelta, el pelo. Veo flotar 
contra una franja de tinieblas, el ojo que me había mirado
en la cuneta, ya ves, el ojo abierto de un caballo.

3

Aquellos hombres, dos  o tres, en botas de montar,
se entendían por  señas.
Sentí que no debía moverme ni un milímetro.
No me eligieron.
No era el lugar que me habían prometido.

4

Se aferraban al animal sin  propósito,  no parecían perdidos. Debatían algo con gestos,  todo no sucedió enseguida. 
Pregunté  por las herraduras del caballo, si estaban bien puestas. “Si tiene las herraduras bien puestas, por favor”.
Uno de los hombres tiró del caballo hacia sí, le murmuró al oído.


5

Caía una luz vacilante, había visto antes el lugar,
a esos hombres un gesto les bastaba. No hables
de esto con nadie. Se movían con dificultad
en el cieno de la tosquera.
Llevaban,  a pulso, un caballo.

6

Ninguno tenía la cabeza cubierta.
Estuve mucho tiempo inmóvil apretando con fuerza los brazos cruzados a la espalda.
El último  comienza a andar a saltos hacia mí.
Mueve los labios con esfuerzo.
Es algo que ellos habían ido a buscar, dice.
El agua corre más lenta por las estrías de su piel.
De cerca es más joven que los otros.
Ni siquiera un hombre tan fuerte sería capaz de dar un paso más. Sentí que no debía moverme ni un milímetro. No me eligieron.
No era el lugar que me habían prometido.
Bajaban y subían llevados por la fuerza del agua.  “Fíjense
si tiene las herraduras puestas”, dije. “Por favor”.

7

Durante muchas tardes vigilé ese caballo sin lógica posible
porque era como no tener a quién vigilar.
Todo no sucedió enseguida. El desempeño del caballo, de los niños y del hombre que conducía la escena, fue gradual.
Entonces  pregunté y uno, el más cercano,  me respondió
“es un caballo y va camino de unas herraduras que lo aguardan
ahí abajo, en el fondo”, te lo cuento para que lo recuerdes,
las crines eran blancas y unos pájaros altos y delicados, sobrevolaban la caída del sol.

 (c) Alicia Silva Rey
Quilmes
Provincia de Buenos Aires

Acerca de la autora:

Alicia Silva Rey nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, en 1950.
Es docente de enseñanza primaria (maestra y bibliotecaria escolar).
Escribió: La mujercita del espejo (1985); Fragmento de correspondencias (1996-2003); (circa) (2004-2007); Orillos (2006); Cartas a la iguana (2012); Partes del campo (2012),
La pared-al padre (nouvelle, 2013).
Publicó La solitudine (Bs. As., CILC, 2009). Colaboró con Gustavo Fontán en el guión de su película La madre (2010). Escribe en  del Sur, agenda cultural de Quilmes, que dirige Sonia Otamendi.

Pueden leerse textos suyos (poesía, narrativa, crítica) en:
Tokonoma 15 (2011);
Revista con versiones  www.con-versiones.com/nota1048.htm
Blogaloido  


Escribió: Fragmento de correspondencias (1996-2003); (circa), 2004-2007; Orillos (2006); Bodas (2012); Cartas a la iguana (2012).




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