miércoles, 22 de agosto de 2012

La carta de Gardel - novela (fragmento)





Uno de los hombres de la mesa de al lado tenía un tatuaje, una serpiente o algo así. Tenía brazos fuertes y la camisa arremangada por arriba de los codos. Durante algunos momentos Mary se sabía observada por él, ¿qué hacía una mujer sola ahí comiendo pizza? ¿Y por qué no? se dijo, preguntándose por qué no habría más mujeres en ese bar, como ella, comiendo una porción de pizza. Acostumbrada a vivir en Buenos Aires, la ciudad cosmopolita y moderna donde a nadie le importaba que una mujer estuviera sola en un bar, comiendo, leyendo, escribiendo o simplemente mirando por la ventana, aquí en este pueblo sí parecía importar, al menos a ese hombre en ese momento.
¿Se iba a acostumbrar de nuevo a vivir en ese pueblo del que apenas conocía algo? El mozo le había dicho hacía instantes que alguien había preguntado por ella:

 -¿Quién era? ¿Cómo era?

- Un hombre - contestó el mozo del bar

- ¿Dijo el nombre?

- No, no me dio ningún dato. Dijo que iba a volver.

Por unos momentos pensó en Julio, tal vez. ¿Por qué no? Su amistad con Julio nunca había terminado porque en el fondo nada termina. Además Julio era un tipo limpio, por dentro y por fuera. Y eso no tenía
precio. Era demasiado buen tipo como para hacerle daño, nunca la había rondado como un animal. En el ambiente de tango, en el baile,  se podía encontrar mucha trampa. Julio se había acercado a ella como un pájaro, silencioso, feliz de estar ahí con ella bailando tango, paseando en la moto, tantas veces ...y ella había sido feliz con él. Sin embargo lo había dejado ir, era necesario. Dejarlo ir por un tiempo, de gira, con una mujer, compañera de baile. Ella había querido volver a Buenos Aires, aunque el nuevo puesto de secretaria de Alejandro le había reservado una nueva experiencia negativa, pero le había enseñado algo.
Podía ser Julio, sí, quien la hubiera estado buscando.

(c)Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados





No hay comentarios: