viernes, 7 de octubre de 2011

La carta de Gardel - novela - (fragmento)





Subo la escalera del  Museo Casa de Carlos Gardel y mientras doy cada paso me pregunto si la música del tango me acompaña desde antes de nacer. Para otros la música de su vida es la salsa, el merengue, el bolero o el vals.
Para mí es el tango:

"Mancha roja, que se coagula en negro,
Tango fatal, soberbio y bruto,
Notas arrastradas, perezosamente, en un teclado gangoso.
Tango severo y triste.
Tango de amenaza.
Baile de amor y muerte" (1)


¿y qué hago ahora en esta casa donde doña Berta Gardes y su hijo Carlos Gardel vivieron? Camino por las habitaciones, camino sobre los pisos de madera, crujen, miro los techos altos... La casa está llena de recuerdos que van asomándose, pedazos de la vida de Carlos Gardel, los amigos, los amores, su madre...



Hay una cocina, miro los objetos, hay una plancha antigua. Las manos de doña Berta
están ahí, en esos objetos, tal vez.
Mientra,s suena la música y el canto del "Mudo", y ahora me viene a la mente Rubias de New York: Mary, Peggy, Betty, Julie, rubias de New York (2)

...el dulce hechizo de Peggy,

su mirada azul

honda como el mar...

 

Tal vez tenía razón el Zorzal, cada tanto había que ir a New York, salir de Buenos Aires para que le prestaran atención. Entonces yendo a New York instalaba el misterio, la ausencia del cantor en  Buenos Aires lo iba cubriendo de un halo mágico.
Carlos Gardel canta Rubias de New York en un Tango en Broadway.
Y esos objetos, esos recuerdos vienen a mi, se enganchan con los míos, se entrelazan, como vienen a mi también las voces de la señorita Ana y de la vecina, Mary. Mary, la secretaria que trabaja en un laboratorio de día y de noche se viste de milonga y se va a bailar. En el pueblo de la señorita Ana todos saben esas nuevas costumbres de Mary.

La señorita Ana no pudo callarse mientras estábamos en la mesa. El profesor de tango se quedó mudo cuando vio a Mary cruzar el jardín, con los pantalones ajustados y una camisa suelta  mientras corría una gallina.

- ¡Es la enésima vez que esa mujer entra a mi casa detrás de una gallina! - exclamó la señorita Ana.

No pude contener las carcajadas....

- ¡Otra vez! Mary- exclamó Ana. ¡Otra vez entró a mi casa esa mujer! . Es que no puede tolerar que él, el profesor de tango venga a comer a mi casa y abre la puerta del gallinero para que las gallinas se escapen y vengan al jardín.

A lo lejos se escuchaba el canto del gallo:

¡Kikikirikíiiiiii!....






(1) Ricardo Güiraldes, El cencerro de cristal, 1915, (fragmento)

(2) Letra: Le Pera, música: Carlos Gardel, Rubias de New York, fox trot aparecido en la película
El tango en Broadway

imágenes: fotografías tomadas en el Museo Casa de Carlos Gardel (c) Araceli Otamendi
(c) Araceli Otamendi - todos los derechos reservados

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