viernes, 14 de septiembre de 2012

La carta de Gardel - novela (fragmento)


El sale de mi oscuridad y de mi luz, de mis desgarros, no sé nada de él. Sólo veo un punto en una esfera. En ese cuarto, en esa soledad casi espectral, las letras luminosas titilan, diminutas estrellas. En el juego de las máscaras y de las palabras, abro el correo de alguien que me escribe. Ha descifrado ¿quién sabe? los códigos, esos jeroglíficos en que a veces se transforman las palabras.
Palabras dichas, quién sabe entendidas, porque ¿quién entiende algo del otro? ¿quién interpreta? Lectura silenciosa, en singular, quizás en otro cuarto o en el rectángulo luminoso de una pantalla.
Los ojos del lector, abren su alma, cerebro, imaginación a partir de las palabras, máscaras, códigos, que mi imaginación usa para invadir la realidad. La ficción irrumpe en la mente de otro, ya no me pertenece. Las palabras están unidas en una red, tejidas en el juego de dos: autor-lector. Sufrirán, sí, tal vez, interpretaciones equivocadas. Palabras teñidas de colores que quizás nunca ví. ¿Verá esos colores el que las lee? Quién sabe. En el intercambio de pensamiento-palabra-código-lector, quién sabe qué colores ve él cuando yo digo azul, o verde, o rojo. ¿Con qué otros colores que no consigo ver va a teñir el lector mis palabras? Urge establecer un alfabeto sin traducción, llevar al límite
los significados, pueden ser varios, lo dejo a criterio del lector. Si escribo paisaje con agua, arena, olas enormes y distantes ¿qué verá el lector? Y si digo: una hormiga camina sobre la hoja verde de una planta ¿se imaginará el lector la misma planta que yo digo? A partir de la lectura de Colette acerca de una rosa, volví al rosal de mi infancia. Puente de la imaginación, olí la rosa fresca donde caminan hormigas negras diminutas, rosal plantado en la tierra de mi jardín, entre plantas, flores, sapos y ranas que croan. El perfume del rosal color té, mi rosa preferida, rosas abiertas, pétalos en el suelo y más allá margaritas, conejitos, claveles y malvones. Hojas verdes donde el rocío se instala de madrugada y salgo a ver las estrellas en la noche iluminada. ¿Qué leerá el lector cuando yo digo infancia? ¿Puede saltar la pared o asomarse y verme ahí?  En el momento de sentir el perfume de la rosa comida a medias por esos diminutos seres, las hormigas, no me preocupa la mirada de él. Estoy absorta en el juego de la imaginación convertida ahora en presencia ante la rosa. Es una sensación difícil de explicar. Porque siento el perfume de la rosa, me llena los sentidos
y estar ahí en el jardín con mis zapatos blancos recién pintados mirando los pájaros y el gato juega a atraparlos. ¿Qué leerá el lector? Presencia silenciosa al otro lado de las palabras. Si digo mar encrespado y olas
besando la playa, con una mirada atónita frente a tanta hermosura, sorprendida por el color del agua ¿gris?, ¿verde? ¿azul, quizás? ¿y qué hago ahí ensimismada? porque no sé cómo llegué hasta ahí, a esa playa,
un fragmento de sueño irrumpe y se instala y lo escribo. ¿Qué leerá el lector cuando yo digo Mary?

(c)Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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