Acerca del diccionario de Escritores bonaerenses
DICCIONARIO DE AUTORES BONAERENSES
Época hispánica y siglo XIX
Trabajo realizado por el Prof. Guillermo Pilía*con la colaboración de Aldana Aquino, Marcos Bordón, Gonzalo Bosisi, Luisina Fontecoba, Emiliano Luna y María José Martínez, alumnos de la cátedra de Teoría Literaria del Instituto Superior del Profesorado “Juan N. Terrero” de La Plata
(Buenos Aires)
A partir de la decisión de publicar este blog dedicado a los escritores de la Provincia de Buenos Aires, se tendrá en cuenta el valioso Diccionario de Escritores bonaerenses – Época hispánica y siglo XIX, editado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, trabajo a cargo del Profesor Guillermo Pilía * con la colaboración de: Aldana Aquino, Marcos Bordón, Gonzalo Bosisi, Luisina Fontecoba, Emiliano Luna y María José Martínez, alumnos de la cátedra de Teoría Literaria del Instituto Superior del Profesorado “Juan N. Terrero” de La Plata.
Dado que la publicación de escritores en el blog no sigue una cronología en particular, se considerarán como principal fuente bibliográfica los datos que este diccionario brinda para la publicación de los escritores pertenecientes a dicha época.
Este diccionario afirma en su introducción:
“Son múltiples los problemas que plantea la escritura de un diccionario de autores bonaerenses. En principio, porque se trata de relevar toda la producción intelectual de un pueblo, manifestada a través de los libros, y no solamente la materia literaria. En segundo lugar, aún cuando nos hubiéramos circunscripto solamente a lo literario, nos encontraríamos con que no han perdido vigencia las consideraciones que hacía Ricardo Rojas en su Historia de la Literatura Argentina : “La historia de una literatura no puede exponerse por los mismos métodos que la historia de una sociedad. La estructura externa de un pueblo, renovándose a través del tiempo, crea una sucesión de acaecimientos que pueden ser narrados. Cuando se estudia la formación de una cultura, el tema se hace, en cambio, más propicio a la ‘descripción’ que a la ‘narración’. El documento escrito, que para el autor de historia política es una prueba del suceso real, constituye para el autor de historia literaria todo el suceso, el hecho en sí, espejo de las ideas, pasiones y emociones que agitaron el alma de sus propios autores y el alma de la sociedad donde vivieron. Por eso el estudio de la literatura nacional se halla más cerca de la estética que de la historia”.
Por otra parte, muchos temas de debate de la historia de la cultura argentina, lejos de resolverse, parecerían crecer al tomar como objeto de estudio la de la provincia. Entre ellos, a qué realidad espiritual llamamos “cultura bonaerense”. Una de las dificultades que encontramos radica en el hecho de que, hoy en día, la ciudad y la provincia de Buenos Aires son dos realidades no sólo política sino también culturalmente diferenciadas. No ocurría lo mismo en el siglo XIX o en los anteriores, por lo que muchos de los escritores estudiados son lo que hoy llamaríamos “porteños”. La campaña bonaerense dio a luz en el siglo XIX a numerosos hombres de letras y científicos: consideremos los nombres de Florentino Ameghino y Fernán Félix de Amador (Luján), Leopoldo Díaz, Pascual Contursi, Carlos Ortiz y Leonardo Bazzano (Chivilcoy), Juan B. Selva, Lartigau Lespada y Faustino Brughetti (Dolores), Emilio Morales y Luis Villamayor (Lobos), Emilio Corbière (Ramos Mejía), Rafael Alberto Arrieta (Rauch), Mariano Villaflor (Ranchos), Emilio Berisso (Avellaneda), Enrique Maroni (Bragado), Roberto J. Payró (Mercedes), Alejandro Korn (San Vicente), Almafuerte (San Justo), Florencio Iriarte (Magdalena), Silvia Fernández (San Fernando), Arturo Giménez Pastor (San Nicolás), Francisco Javier Muñiz (San Isidro). Pero sería imposible historiar la literatura científica o artística del siglo XIX solamente con las figuras nacidas en lo que hoy es territorio de la provincia.
En el sentido que comúnmente se le da a la expresión, la “vida cultural” del interior bonaerense no fue muy variada durante el siglo XIX. En San Nicolás existió un instituto literario bajo la advocación de Ricardo Gutiérrez, en el que se basó la creación en 1888 del Centro Científico Literario promovido por Juan B. Justo. En Chivilcoy, por consejo de Sarmiento, se constituyó en 1866 la Biblioteca Pública , encargada de promover la lectura y organizar actos literarios, como los que tuvieron por protagonista a Juana Manso. Sabemos también que hacia fines del siglo, algunos escritores como Almafuerte, que residía en La Plata, realizaban giras literarias por el interior bonaerense para recitar sus obras en los teatros. En la segunda mitad del siglo XIX, los periódicos fueron uno de los pocos canales de difusión cultural: La enseña liberal y El Pueblo (Azul), el Porvenir, El Argentino y La Nueva Provincia (Bahía Blanca), El Zarateño y La Opinión (Zárate), La Defensa y La Aspiración (Mercedes), El Pampero (Pergamino), El Quilmeño (Quilmes), La Reforma Comercial , El Eco del Litoral y El Centinela del Norte (San Nicolás), El Independiente (San Pedro), La Reforma, Los Libres del Sur y El Pueblo (Tres Arroyos), El Monitor de la Campaña (Capilla del Señor). Pero hasta la fundación de La Plata —que contó desde 1884 con El Día— y la creación de su Universidad, no hubo otro centro de importancia que aglutinara la actividad intelectual más que Buenos Aires. No es posible, pues, separar hasta fines del siglo XIX lo porteño de lo bonaerense, aunque desde tiempo atrás ya se vislumbraran algunos factores que contribuirían a la diferenciación.
Otra dificultad la representa el hecho de que la historia política y la historia cultural por lo general no coinciden. Por ejemplo, desde el punto de vista institucional, la mayoría de los historiadores coinciden con Ricardo Levene en que la provincia de Buenos Aires “nace” —como entidad autónoma, dentro de un régimen representativo federal— el 17 de febrero de 1820, al formarse la Junta de Representantes y al elegir ésta, como gobernador, a Manuel de Sarratea. No obstante, vista la cuestión desde otro punto, habría que considerar que una nación —y quien dice nación dice provincia— no existe para el mundo hasta que no muestra su propio espíritu en su literatura; o dicho de otra forma, la literatura, en el sentido más amplio del término, configuraría la biografía espiritual de un territorio. Presentada así la cuestión, tendríamos que aventurar que esta biografía espiritual comenzaría con varias décadas de antelación; y si hubiese que establecer un año, este sería el de 1776, en que se crea el Virreinato del Río de la Plata.
A partir de este hecho político, el centro cultural de lo que más tarde sería nuestra República se desplazó de Córdoba a Buenos Aires, convirtiéndose de esa forma la ciudad comercial en una ciudad también de la cultura. Más tarde, el virrey Vértiz consolidó este proceso: abrió la ciudad a los libros que reflejaban el pensamiento liberal del siglo XVIII europeo; trasladó a Buenos Aires la imprenta y creó el Colegio de San Carlos y la Casa de Comedias; Vértiz y sus sucesores fomentaron asimismo un ambiente propicio para la aparición de El Telégrafo Mercantil y más tarde de El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, en los que dieron a la luz sus obras la mayoría de los escritores de la época. Otros acontecimientos institucionales, además de la creación del Virreinato, favorecieron a la formación de una incipiente identidad cultural bonaerense: la creación de la Intendencia de Buenos Aires (1778), de la Real Audiencia (1783) y del Consulado (1794).
Sin perjuicio de la expuesto, y con miras a cerrar esta exposición de dificultades, debemos puntualizar que, en realidad, el embrión de lo que con los años sería la producción cultural bonaerense debemos buscarlo en el momento mismo de la llegada de los españoles a nuestro territorio. Con esto no pretendemos ahondar innecesariamente la antigüedad de nuestras ciencias y letras, como si esa mayor antigüedad trajera aparejado un mayor prestigio. Las obras del intelecto subsisten no por tener un pasado, sino por ser valiosas; y si bien se producen dentro de un marco histórico, es su valor estético o científico el que las hace trascender a lo cronológico.
Los primeros cronistas de la conquista de América, a la vez que documentaban los hechos de los que muchas veces eran protagonistas o testigos, estaban también
inaugurando la literatura de nuestro continente. Muchos de estos cronistas españoles llegaron a nuestras tierras con cierta formación literaria, lecturas que no excluían los famosos “libros de caballería” que habían “secado los sesos” al hidalgo manchego, y en estas nuevas latitudes se verificó la mezcla de realidades y fantasías, de lo que es producto de la observación con lo que es fruto de la imaginación. Esto se plasmó en una serie de leyendas que nunca fueron consideradas por los contemporáneos de los cronistas como ficción o literatura, sino como historia o verdad…”.
*Guillermo Pilía es Profesor en Letras egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Entre 1987 y 1991 fue director de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la entonces Subsecretaría de Cultura de la Provincia —hoy Instituto Cultural— y posteriormente pasó a formar parte del plantel profesional del Archivo Histórico “Dr. Ricardo Levene”. Entre sus trabajos sobre lingüística histórica e historia de la cultura bonaerense se encuentran Toponimia guaraní de la provincia de Buenos Aires (1996), La catedral de La Plata (2000), Historia de la literatura de La Plata (2001, en coautoría con María Elena Aramburú), Toponimia de la provincia de Buenos Aires (2003), Francisco López Merino, de puño y letra (2006) y la edición crítica de El triunfo argentino de Vicente López y Planes (2007). Se ha destacado también en el campo de la creación literaria con numerosos libros de poesía, narrativa y ensayo que le valieron importantes premios nacionales e internacionales y traducciones de sus trabajos al inglés y al catalán. En la actualidad es director de la Cátedra Libre de Literatura Platense y profesor adjunto de Producción de Textos en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata y profesor titular de Teoría Literaria y Lenguas Clásicas I del Instituto Superior del Profesorado “Juan N. Terrero” de La Plata.
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