jueves, 26 de febrero de 2015

La carta de Gardel - novela (fragmento)



 



La señora Ángela vivía en una casa muy antigua, de una sola planta. En las dos ventanas que daban al frente, había rejas. Se accedía a la casa por una puerta principal con vidrios que dejaban ver un pasillo y después otra puerta. La señora Ángela tenía cerca de cien años de edad y buena memoria. Era la mujer, decían, con más memoria en ese pueblo. Después de irme del hotel de Isidro, mi viejo amigo, de tanto tiempo, rebobiné los hechos y las palabras. Como siempre, la nueva mujer de Isidro no me había caido bien, siempre se casaba con mujeres que le hacían la vida cómoda, decía. Mujeres empecinadas en sobresalir en las fiestas del pueblo, en hacer las mejores reuniones, en vestir ropa llamativa, en comprarse el mejor auto y el más nuevo, para dar la vuelta a la plaza y hacerse notar. Isidro me dijo que fuera a ver a la señora Ángela, tal vez ella pudiera decirme algo acerca de la carta de Gardel, darme alguna pista, algún nombre. A lo mejor la señorita Ana, mi clienta que había muerto cuando yo iniciaba la investigación, le habría podido contar algo. El pueblo donde vivía la señora Ángela quedaba a pocos kilómetros del pueblo donde había vivido la señorita Ana.

La misma señora Ángela me abrió la puerta, después de tocar dos veces el timbre. Primero apareció ladrando un perro, de raza collie, después otros dos, más chicos, con un ladrido más chillón. La señora Ángela me preguntó quién era yo y le dije que venía de parte de Isidro, el dueño del hotel.

- Ah, ya sé - contestó y entonces abrió la puerta.

La señora Ángela me hizo pasar a una sala de estar grande, la casa parecía confortable y a través del amplio ventanal se veía un jardín. Había rosas. En las paredes colgaban decenas de retratos.

La señora Ángela, una mujer de expresión inteligente, había sido maestra rural, se mantenía erguida y me hizo sentar en un sillón, frente a ella. Luego empezó a hablar:

- En este pueblo viví toda mi vida, en esa casa están mis recuerdos. ¿Ve las fotografías?

Asentí con un leve movimiento de cabeza y miré las fotografías que colgaban en las paredes, había muchos retratos.

- Isidro, el dueño del hotel me dijo que viniera a verla - dije. Pensaba en la cantidad de historias que podía tener la mujer en su cabeza.

- Hizo bien - dijo la señora Ángela y continuó: - Si hay alguien que sabe algo acerca de los habitantes de este pueblo, soy yo.

- En realidad, no vine a preguntarle por los habitantes de este pueblo, vine por otros motivos.

La señora Ángela me miró entonces como si comprendiera o si intuyera lo que iba a decirle y dijo:

- Ya lo sé. Antes vamos a tomar una taza de té, le voy a contar algunas cosas de estas personas, estas que están aquí, dijo señalando algunos retratos. Muchos decían conocer a Gardel, pocas veces era cierto - aclaró.

Me preparé entonces para escucharla.


(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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